COVID-19: A modo de reflexión, percepciones y aprendizajes.
La Comisión de Deontología y la Junta Directiva del Colegio de Médicos de Navarra firman el editorial de la revista Panacea 129, especial COVID-19, en el que hacen una reflexión sobre las percepciones y aprendizajes de este tiempo “desconcertante y doloroso“.
“Todos hemos aprendido algo. Es momento de reflexión y de diálogo”
“A partir de ahora, lo que nos corresponde y lo que sea más conveniente deberíamos descubrirlo y entenderlo juntos porque todos nos hemos convertido en afectados y a todos nos afecta”.
“Más adelante, cuando se pueda analizar objetivamente lo sucedido, sabremos en qué proporción la indicación terapéutica ha superado los recursos disponibles y si su carencia o escasez ha llevado a priorizarlos, en qué circunstancias y con qué consecuencias”.
“Habrá que ver y analizar las posibilidades razonables y beneficiosas, así como los límites, en la utilización de la telemedicina a partir de ahora”
El editorial puede descargarse en https://colegiodemedicos.es/panacea/
Ver y descargar revista Panacea 129, especial COVID-19.
EDITORIAL: Percepciones y aprendizajes
Por Comisión de Deontología y Junta Directiva del COMNA.
“Cuando la pesadilla todavía planea es difícil pensar con claridad y sobre todo con orden.
En este tiempo desconcertante y doloroso nos ha venido muchas veces a la cabeza el ejemplo de Aristóteles, citado repetidamente por maestros de la ética, de aquel barco que transportaba una valiosa carga y se vio sorprendido, en medio del mar, por una tormenta inesperada que puso a su capitán en el aprieto de tener que elegir la actitud a tomar que, de entrada, era algo tan complicado como salvar a la tripulación o salvar la carga, que además de valiosa era muy pesada y ponía en riesgo la resistencia del barco y por tanto la vida de sus tripulantes; otra opción más arriesgada era esperar y ver si la tormenta amainaba y así poder llegar a puerto con la tripulación a salvo y la carga intacta… Y no le quedaba más remedio que decidir lo más conveniente en esas circunstancias que no había elegido.
Como en ese ejemplo, esta pandemia nos ha obligado a situarnos, a decidir y a actuar con rapidez en respuesta a algo no previsto. Aún aceptando que la tormentosa llegada del coronavirus nos haya sorprendido a todos, cuando esto se calme, la forma de afrontarla va a ser sin duda un importante motivo de reflexión que va a poner sobre la mesa, además de hechos y datos precisos, situaciones de base, adaptaciones organizativas, razones de actuación, riesgos asumidos, circunstancias y consecuencias que deberán ser cuidadosamente analizadas para que como se suele decir “esto no vuelva a ocurrir“, al menos de la misma manera si otra más previsora o más preventiva o menos dolorosa se considerara posible.
Poco se puede aportar a lo ya dicho en el curso de la pandemia pero lo cierto es que nos ha cambiado la vida y hasta se han generalizado, en poco tiempo, nuevas formas de lenguaje, de trabajo, de relaciones sociales, normas, leyes y conceptos donde es difícil distinguir lo esencial y necesario de lo accesorio y temporal o pasajero.
Como Comisión de Deontología y Junta Directiva hemos aprendido que había cosas no tenidas en cuenta o verbalizadas, a lo mejor por obvias, en un primer planteamiento de reflexión, cuando comenzaban los problemas; por ejemplo: no contábamos con el lenguaje comunicativo que iba a ser utilizado; ni contábamos con que la desprotección o la protección inadecuada de los profesionales iba a pasar una factura en su salud tan importante; ni que su intenso trabajo, solidaridad y entrega les iba a afectar tanto emocionalmente; ni que las residencias de ancianos iban a ser una diana en la pandemia; ni pensábamos en la ruptura, alejamientos familiares y sociales por la alta contagiosidad del virus, ni en muertes en aislamiento…
El lenguaje de la pandemia
Se han colado en nuestras conversaciones cotidianas y en medios de comunicación palabras hasta ahora poco utilizadas, que probablemente han venido para quedarse: epis, alerta, alarma, confinamiento, teletrabajo, respiradores, colapso, escasez de recursos, priorización, desescalada…
Son palabras rotundas a las que no se les puede negar el mérito de haber contribuido con su difusión a un cierto conocimiento y ayuda en el manejo práctico de la situación, aunque haya prevalecido a veces, por su carater imperativo, el control sobre la comprensión, responsabilidad y prudencia en los comportamientos, como en el caso de confinamiento.
No todo el mundo conocía la necesidad y la importancia, demostrada en esta pandemia, de unos adecuados equipos de protección individual o “epis“ que como los test, otra palabra significativa asociada, iban a llegar tarde.
Por otro lado, los equipos de protección han cambiado el aspecto profesional de los hospitales y modificado, ojalá que temporalmente, el habitual proceso de comunicación a cara descubierta y en proximidad de la relación clínica que ha sido canalizada por vías telemáticas alternativas que, afortunadamente, se han demostrado útiles en las relaciones a tres bandas: sanitarios-pacientes-familiares. Y habrá que ver y analizar las posibilidades razonables y beneficiosas, así como los límites, en la utilización de la telemedicina a partir de ahora.
Hay palabras que, agrupadas, han tenido una enorme y especial repercusión en los momentos más complicados de tratamiento de la pandemia cuando el temor a la escasez o falta de recursos era una realidad por el número de pacientes graves o en estado crítico que desbordaban los hospitales sin poder hacer previsiones de hasta cuándo. Respiradores-priorización de pacientes-UCI son palabras que, ante una amenaza real, pueden haber contribuido a desviar la confianza en el criterio profesional hacia el número de camas y de respiradores disponibles.
En el ámbito sanitario y en previsión de una situación de emergencia o catástrofe, se han publicado en los últimos meses, sobre todo en el inicio de la pandemia, numerosos Informes, Documentos, Protocolos, Guías de actuación, Revisiones, Recomendaciones… en previsión de una situación de colapso y emergencia sanitaria. Y también se ha tenido en cuenta la posible necesidad de un racionamiento o denegación de un tratamiento por su escasez, aun considerándolo potencialmente beneficioso. Todos los escenarios habían sido contemplados, salvo la intensa y dramática realidad que hemos vivido.
Más adelante, cuando se pueda analizar objetivamente lo sucedido, sabremos en qué proporción la indicación terapéutica ha superado los recursos disponibles y si su carencia o escasez ha llevado a priorizarlos, en qué circunstancias y con qué consecuencias.
Lo que tal vez no se ha explicado bien a la población es que, en situaciones normales de funcionamiento y aún con la urgencia que suele requerir este tipo de decisiones, un ingreso y tratamiento en una Unidad de Cuidados Intensivos siempre responde a una valoración clínica del paciente para saber si está indicado, no está indicado o está claramente contraindicado; otra cosa es que el tratamiento indicado no pueda llevarse a cabo por falta de recursos. Si no se tiene esto claro es lógico el malestar, la desconfianza y la sospecha de discriminación que puede suscitar el no acceso a un respirador o a un ingreso en Cuidados Intensivos, por diferentes circunstancias.
También en este tiempo se ha hablado mucho de edad y de personas mayores, enlazando en ocasiones con discriminación en la atención sanitaria o con residencias de ancianos.
El tema de las residencias, por el elevado índice de mortalidad, ha sido uno de los aspectos más tristes y tratados y aireados en los medios de comunicación. Necesitaremos tiempo para alejarnos de una visión grupal y homogénea de las personas mayores y aunque, parte de ellas, vivan agrupadas en ámbitos institucionales nunca deberemos olvidar el respeto que cada una merece y a cada una se le debe en su individualidad y en cualquier circunstancia, máxime si su buen cuidado depende de los demás; y ésto es extensible a cualquier persona de cualquier edad, que necesite ser cuidada, atendida, supervisada o tutelada por otras personas. La reflexión es necesaria.
Percepciones y aprendizajes
Las percepciones han sido referidas en conversaciones informales entre colegas, pero dentro de un planteamiento de vivencias buenas y malas que hemos agrupado como negativas y positivas.
Negativas:
- Descuido de la administración a sus sanitarios.
- Distancia y falta de conexión entre políticos y ciudadanos.
- Desgaste por tener que aclarar informaciones contradictorias y erróneas difundidas sin control.
- Incertidumbre por la evolución de la enfermedad y los tratamientos disponibles.
- Miedo al contagio.
- Medidas de aislamiento como dificultad en el trato con el paciente.
- Contagios y fallecimientos de profesionales sanitarios por coronavirus en el desempeño de su trabajo.
Positivas:
- El impulso sin condiciones y sin fisuras de los sanitarios ante la pandemia.
- Solidaridad: juntos podemos hacer grandes cosas.
- Capacidad y crecimiento en el trabajo multiprofesional con reconocimiento mutuo.
- Ampliación del campo del saber multidisciplinario e interacción desarrollada a velocidad exprés.
- Descubrimiento de nuevas formas de trabajo en equipo.
- Descubrimiento de nuevas formas de mantener desaislado al paciente: Visitas y consultas virtuales. Pases de visitas con el familiar al otro lado de la cámara…
Todos hemos aprendido algo: es momento de reflexión y de diálogo. Desconocemos el grado de incertidumbre que deberemos asumir en un futuro pero, y a esto hacíamos alusión en nuestra inicial reflexión, como sanitarios, como profesionales, como pacientes, como familiares y como sociedad, todos estamos inmersos e implicados en esta pandemia; todos debemos cuidarnos, cuidar y mantenernos no solo unidos sino coordinados. Todos debemos saber donde estamos e intentar hacer bien lo que nos corresponde.
A partir de ahora, lo que nos corresponde y lo que sea más conveniente deberíamos descubrirlo y entenderlo juntos porque todos nos hemos convertido en afectados y a todos nos afecta”.