Rodríguez Sendín: “Gonzalo Herranz, maestro de la ética médica de nuestro siglo. Al amigo, al profesor, a la honestidad”.
El Dr. Juan José Rodríguez Sendín, presidente de la Comisión Central de Deontología de la Organización Médica Colegial (OMC), dedica unas palabras de despedida al Dr. Gonzalo Herranz, referente internacional de ética y deontología médica, que falleció el pasado 20 de mayo y quien fue presidente (1984-1995), secretario (1995-2002) y vocal (2002-2007) de la Comisión Central de Deontología de la OMC.
Es en invierno, tras la caída de la hoja, cuando se muestran los árboles de hoja perenne. Es el tiempo y su discurrir quien muestra la persistencia de las cosas importantes, de los amores, amistades, lealtades de nuestra vida. Es el tiempo y al final la muerte la que muestra las cosas sustanciales cuando al final tienes que decidir sobre lo que fue realmente importante. Es el tiempo quien realiza la síntesis de nuestra vida, al final tan corta y en ocasiones absurda. Gonzalo Herranz con el tiempo se ha erigido en una de las personas más interesantes que han pasado por mi vida.
Conocí al profesor Herranz a finales de los 80s tras ser elegido Vocal Nacional de Médicos Titulares en 1985. Me lo presento nuestro común amigo Jeronimo Aizpiri. Aunque fue a partir de 1994 cuando tuve más relación con él, motivada por un hecho importante en mi vida profesional, provocado por un expediente deontológico contra el Dr. José Manuel Solla y contra mi siendo ambos cargos electos de la Asamblea General de la OMC. La razón fue organizar cursos de formación en ecografía para médicos de atención primaria y practicarla en nuestras consultas. Aquella circunstancia me permitió conocer muy bien al experto en deontología médica, a la persona y al buen médico que encarnaba Gonzalo Herranz. A él y a Jerónimo Aizpiri le debemos que, siendo la ultrasonografía diagnostica una gran desconocida para ambos, creyeran y luego comprobaran las razones que nos asistían. La solución al caso se resolvió con un informe denominado “Fronteras internas del ejercicio profesional”, que fue más allá de nuestro problema y trascendió al mismo. De tal manera que no solo mereció su aprobación por la Asamblea General, sino que posteriormente ha sufrido actualizaciones por su importancia y aplicación.
Gonzalo entendía y explicaba como nadie las virtudes de todo medico ante el paciente, pero también sus deberes y derechos para servir al ser humano enfermo. Recorrió y enseño magistralmente, no solamente todos los momentos delicados del médico practico en su relación con el paciente y la sociedad en la que vive, también enseño a deliberar, a buscar puntos de encuentro, a respetar y tolerar al que piensa diferente, y a rematar los desacuerdos con una sonrisa. Y así afirmo “El respeto nos lleva a reconocer que los demás seres son algo valioso en sí, que existen independientemente de la persona del observador, que poseen un valor propio. El respeto es un poderoso inhibidor de la manipulación caprichosa, de la falsificación de los datos de valor”.
Mucho reflexionamos sobre la objeción de conciencia a la que debemos cuidar con primor para librarla de la falsa objeción o pseudo objeción, es decir del uso abusivo para obtener beneficio. Y así había dicho en el 2010: “algunos objetan en conciencia, no para salvar su alma, sino para mortificar al jefe o al sistema, o para aligerar la carga o el horario de trabajo. La tolerancia de esas conductas falseadas supondría la muerte lenta, pero segura, de la genuina objeción de conciencia.
Compartíamos que la ética y deontología médica deben impregnar todo y toda actuación profesional, especialmente en tiempos de crisis, ya que sin ellas disminuiría mucho la capacidad y credibilidad de la profesión médica: “La Ética y la Deontología son lo que puede salvar, en este momento, tanto la seguridad del paciente como el mejor ejercicio profesional, ya que todo lo demás parece caminar en contra”. Su obra y enseñanzas tendrán permanente actualidad. Recuerdo una frase suya que hoy tendría actualidad y sería recomendable para aquellos médicos que consideran que su libertad profesional les permite actuar por encima de normas o al margen de la evidencia: “Puede Vd. hacer lo que le parezca oportuno, pero ha de estar preparado para dar una respuesta razonable y convincente de lo haya hecho en su vida colegial”.
Insistió mucho sobre la necesidad de crear normas deontológicas para los cargos directivos de la Institución teniendo en cuenta que los mismos deben ser mientras duren motivo de especial exigencia y modelo de conducta deontológica para la colegiación, deben ser ejemplo de generosidad, desprendimiento y firmeza en la defensa de la deontología. Y así recuerdo el 23 de noviembre de 2007 con motivo de la imposición de la medalla de Oro de la OMC, que tuve el honor de proponer, justificar e imponerle, titulada “El espacio ético de las libertades directivas”. Siempre preocupado por la unidad deontológica y por la participación del colegiado me escribía en relación a las Asambleas Generales de los colegios: “Habría que despertarlas para que expresaran la voluntad y las ilusiones de la colegiación.
También fueron encuentros e intercambios epistolares inolvidables los que celebramos con motivo de seleccionar entre sus numerosos artículos publicados, aquellos que formarían parte de la publicación que el Consejo General de Medicos realizo en un merecido homenaje a su obra y pensamiento y que denominamos “Desde el corazón de la Medicina”. En el comienzo del prólogo de ese libro que tuve el honor de realizar comentaba: “La deontología se describe en los documentos, pero no está realmente en los papeles sino en los compromisos y conducta de los médicos, de los que es un claro exponente la figura del insigne profesor Dr. Gonzalo Herranz, que ha hecho de su vida profesional una contribución inestimable, a que la Medicina sea una actividad, fundamentalmente, ética. La deontología médica se ha construido y se construye por los propios médicos para, como dice nuestro Código de Deontología, dirigir, guiar e inspirar la conducta profesional. Los médicos somos sociedad, por tanto, hijos de nuestra época y ella nos dicta en parte lo que debemos pensar y hacer. Nada de lo que nos afecta, también a los médicos, a la medicina y a la salud está al margen de las condiciones económicas, culturales, tecnológicas, políticas., y sociales que tenemos y hemos heredado, y de aquellas en las que, al fin, se desarrolla nuestra vida. El me llamo para decirme que compartía totalmente esa visión que inexcusablemente había que llevar a la práctica
En octubre del 2019, poco antes del comienzo de la actual pandemia fui a visitarle. Pasamos media mañana intercambiando pareceres sobre las cuestiones que en ese momento ocupaban mis preocupaciones deontológicas que por cierto también eran las suyas. Como en otras ocasiones me animaba a no caer en la tentación de tirar la toalla, ni ser mero observador de la injusticia social que nos rodea. Un día me había dicho que los médicos tenemos el derecho a soñar, como lo hacen los poetas, con un mundo más justo, pero también la obligación de luchar para que esto ocurra. Preocupado por la obligada proporcionalidad entre la responsabilidad del médico y el incremento extraordinario de su poder de decisión, se preguntaba si el incremento de la capacidad técnica y resolutiva del médico estaba siendo acompasado de un progreso en su sensibilidad ética y del respeto y cuidado de la dignidad de los pacientes.
Es mucho lo que le debe la deontología médica y la Organización Colegial Española. Además de un extenso reconocimiento internacional tanto en la Asociación Médica Mundial como en el Comité Permanente de Medico europeos (CPME), fue quien coordino el Código de Deontología de 1999 que marco un importante hito en la deontología médica en España incorporando las exigencias fundamentales internacionales, destacando la Declaración Universal de los Derechos humanos.
Nos ayudó discretamente con la redacción del código actualmente vigente del 2011, especialmente en el articulado más complicado y polémico. Siempre estaba disponible para ayudar y nunca le faltaba tiempo para argumentar si el tema o la cuestión lo merecía. Con Gonzalo Herranz, en nuestro tiempo en común, disfrute con lo que a ambos nos apasionaba, la deontología médica. Me quedo con eso, con un hombre de bien, un profesor y maestro entusiasta, un buen amigo, con su sonrisa cómplice y tolerante y con su obra. Descansa en paz querido Gonzalo.